viernes, 31 de octubre de 2008

El Recreo de Jacinto - Capitulo II -

" ... que Jacinto pudiera realizar o decir para comunicarse con él, rememoraba en silencio los avances que día tras día había conseguido del chico y lo atrás que quedaban los paseos perturbadores y a su vez sosegados que Jacinto, en compañía de sus cabras, realizaba por las veredas de la serranía todas las mañana hasta el día que se encontraron. Pensaba en cómo lo había conocido y en la suerte que había tenido al hallar un tesoro humano como él capaz de borrar de su mente todos sus lamentos.

La mirada azul intensa de Jacinto resaltaba en su piel aceitunada y se escondía jugueteando una y otra vez entre los paisajes de la Campiña Sevillana mientras arreaba a su pequeña piara de cabras. Hacía un calor de justicia pero desde los miradores de la Sierra de San Pablo quedaban al descubierto para consuelo de quienes los transitan las maravillosas estampas de contrapuestos colores emergentes de los sembrados cercanos. A sus dieciséis años Jacinto deambulaba por los carriles y veredas de la comarca. Ése era su mundo y no permitía que nadie entrase en él.

Unos pantalones marrones de un tejido pesado atado con un cinturón áspero de piel vuelta, camisa a cuadros azules con varios zurcidos perfectamente dibujados, un ligero zurrón en el que guardaba una pequeña botella de agua y un trozo de pan con queso y unas botas de pastoreo completamente gastadas del caminar eran toda su indumentaria. Jacinto andaba y andaba sin tregua todos los días totalmente imbuido en su mundo y mientras los animales se alimentaban del pasto reinante él estudiaba atentamente las plantas e insectos llegando incluso a bautizar a las especies que encontraba al paso convirtiéndolas en sus amigos y amigas de viaje. Los amigos y amigas de su pequeño mundo.
Al punto más álgido del mediodía buscaba cobijo bajo la sombra fresca y perfumada de una higuera cercana. Allí esquivando las manchas que dejaban los higos maduros sobre el terreno abría su pequeño morral para comerse con ansias el bocadillo que su madre le había preparado con cariño la... "

2 comentarios:

mari dijo...

Con estos poquitos recuerdo una tarde que pase en LA POSADA,con una persona llena de ilusion compartiendo conmigo sus tesoros,hojas repletas de frases a cual de ellas mas bonita,proyectos de un escritor que sin ninguna duda llenaran las estanterias de todas las librerias para hacernos vivir todo tipo de emociones y hacer olvidar las preocupaciones cotidianas del dia a dia.

Nunca olvidare aquella tarde.

Gracias...

salmorelli dijo...

ni yo olvidare a la primera persona que mostró interes por mis escritos. Un beso consigliere