domingo, 28 de junio de 2009





I ENCUENTRO LITERARIO INTERNACIONAL


"LETRAS DE LA POSADA"


•EL PRÓXIMO DÍA 8 DE AGOSTO (SÁBADO), TENDRÁ LUGAR EN EL HOTEL LA POSADA, DE LA LOCALIDAD SEVILLANA DE MONTELLANO. EL PRIMER ENCUENTRO LITERARIO INTERNACIONAL “LETRAS DE LA POSADA”
•TODOS LOS ESCRITORES INTERESADOS EN EXPONER SUS POEMAS, MICRORELATOS O RELATOS BREVES (NO SUPERIOR A DOS PÁGINAS). PODRÁN PONERSE EN CONTACTO ATRAVES DEL CORREO salmorelli@hotmail.com. PARA SU INSCRIPCIÓN O PARA ACLARAR SUS DUDAS.
•TENDRÁN LA OCASIÓN DE EXPONER SUS OBRAS, INSITU O BIEN REMITIENDO UN VIDEO CON LA GRABACIÓN DE SU OBRA PARA QUE SE PROYECTE EN EL TRANSCURSO DEL ENCUENTRO.


•COLABORAN LA FAMILIA LITERARIA DE BLOGEROS, HOTEL LA POSADA DE MONTELLANO Y AYUNTAMIENTO DE MONTELLANO.


¡ANIMATÉ Y COMPARTE TU IMAGINACIÓN Y CREATIVIDAD!

martes, 9 de junio de 2009

RELATO EXPUESTO EN EL ENCUENTRO LITERARIO


"EL TROMPETISTA"
A la entrada del Harlem Club´s, la muchedumbre se agolpaba queriendo alcanzar un hueco en el afamado garito de Jazz que regentaba Roger Opperton, mientras porteros bien fornidos luchaban por imponer el orden entre aquella marea humana que daba la vuelta a la manzana. La noticia de que el trompetista Alan Devenua, actuaba esa noche allí, tras su paso por el Madison, había alertado a todos los habitantes del barrio de gente de color más reconocido del mundo.


Alan, de origen francés y de aspecto indudablemente galo, había conseguido triunfar por su peculiar forma de tocar la trompeta en teatros, salas y escenarios de toda Europa, y aunque no necesitara mayor prestigio del ya conseguido, ni deambular por antros como el Harlem Club´s, se había propuesto arrancar el reconocimiento y el calor de esos inventores del Jazz, que por el simple motivo de no compartir la misma raza, lo habían vetado en los círculos mágicos que rodeaban a la espiritual música de origen africano y de fuertes raíces en los estados de Luisiana y Nueva Orleáns.


En los medios neoyorquinos, rodaron ríos de tinta al considerar una verdadera osadía la actuación del prestigioso músico francés al límite de la Quinta Avenida, pero todos estos artículos y espacios televisivos y radiofónicos no hicieron más que avivar en el público las ganas de asistir al evento, costase lo que costase. Así, el limitado aforo del club se vio desbordado desde mucho antes de ponerse las entradas a la venta, y políticos, famosos y adinerados petroleros y del mundo de la finanzas pagaron en la reventa sumas desorbitadas para presenciar en directo la actuación de Devenua.


En el interior de aquél tugurio, en el que el humo y la penumbra se fundían para retroceder en el tiempo hasta transportar a los asistentes a los años treinta, todo estaba previsto para que el concertista tomara posesión de un sobrio taburete colocado sobre el escenario y que bajo el haz de un potente foco se convertía sin lugar a dudas en el punto de mira de todo el local.



En primera fila los magnates, senadores y esclavos de wall Strett se afanaban por invitar al vecino de la mesa de al lado, convencidos de ser gente importante y poderosa, bajo brindis del mejor bourbons americano y don Perignon francés. Opperton, presidiendo un improvisado palco en el lateral del escenario, extendía sus piernas para que el viejo Bob lustrase sus zapatos, mientras todo un elenco de hermosas mujeres le mostraba pleitesía en busca de ser contratadas en aquél local como cabaretera o camarera.


Al salir el francés al escenario, puestos en pie, lo aplaudían acaloradamente en señal de agradecimiento por el momento estelar que estaban a punto de disfrutar a los sones del pulido metal dorado de su trompeta, pero éste, impertérrito y situado justo detrás del taburete miraba confundido entre las tenues luces que arrojaban las pequeñas lámparas de aceite de cada mesita redonda del público, esperando encontrar la inexistente complicidad negra entre aquellos aplausos. No halló entre ellos a los descendientes de las orquestas de King Oliver o de Jerry Roll Morton, y sí en cambio a toda esa tribu de alcanforadas camisas blancas y corbatas con diminutos nudos, que siempre le acompañaban por los grandes teatros llenando a raudales su cuenta corriente.


El silencio imperó al dar un paso adelante, y todos aquellos señores tomaron asiento expectantes. Al sentarse en el elevado trono con su trompeta en la mano derecha, la luz dirigida a su rostro resaltaba las amargas lágrimas que surcaban sus mejillas en señal de abatimiento y desesperanza, entonces, un murmullo cargado de incomprensión recorrió toda la sala y el viejo betunero, Bob, se acercó con sigilo al escenario.


- Francés, toca y cierra los ojos, que el reconocimiento se consigue al tocar para uno mismo. No busques más.


FIN