sábado, 12 de abril de 2014

VI ENCUENTRO LITERARIO INTERNACIONAL "LETRAS DE LA POSADA"

El próximo día 16 de Agosto, sábado, tendrá lugar en el salón del "Hotel La Posada de Montellano", la SEXTA edición de éste certamen literario que tiene como único interés compartir unos momentos mágicos reunidos en torno al mundo de las letras. Convoco a amigos, escritores y a todas aquellas personas interesadas en asistir o participar en el citado acto. Su hora de inicio será a las 20.00 horas.
Como cierre del evento y momento estelar, como en anteriores ediciones, se presentará una nueva obra para que sea compartida por todos aquellos considerados amantes de los libros. TOMÁS PRIETO MARTÍN , su autor, nos dará a conocer nueva novela "EL PEREGRINO DE COTE".
En el certamen, podrán participar todos los escritores y poetas que así lo deseen en lengua hispana, dentro de las modalidades de relato breve o poesía. Los textos tendrán una extensión máxima de dos páginas, y podrán ser expuestos de manera presencial, si les resulta posible desplazarse hasta el lugar y fecha del encuentro o bien remitiéndonos dichos escritos antes del día 30 de Julio, fecha tope para apuntarse en cualquiera de los dos casos, a la siguiente dirección. salmorelli@hotmail.com , junto con una breve reseña de su vida personal y literaria y una fotografía.
* Lo ideal, sería que los autores que no pudieran estar presentes en el "encuentro", nos remitieses una grabación de voz e incluso de imagen del relato o poema que quisieran compartir con el resto de asistentes.
* Ante cualquier duda no dude en consultarnos a través del email antes reseñado.
* ORGANIZA, LA FAMILIA DE BLOGEROS AMANTES DE LOS ESCRITOS, HOTEL LA POSADA DE MONTELLANO, AYUNTAMIENTO DE MONTELLANO, con la colaboración de Radio Montellano.
* Desde la organización, pedimos a todos una máxima difusión del evento en vuestros respectivos blogs y redes sociales. Se expediran diplomas de participación para todos aquellos que participen de una u otra manera en el encuentro.
* Haga su reserva si desea alojarse o cenar en el Hotel, trás el certamen. Tfno. 955831046.

2º PREMIO, IV CERTAMEN COFRADE DE RELATO BREVE "EL AGUAÓ DE MONTELLANO"
EL DILEMA, por Tomás Prieto Martín. AÑO 2014.

"Mi nombre es Isaac Almoxaraf, hijo de Aharon y de Darona, nacido en la ciudad de Ramla, capital del distrito central de Israel hace cincuenta y dos años, e hijo menor de cuatro hermanos.
Con tan solo cinco años emigré junto a la totalidad de mi familia a Estados Unidos, afincándonos en la ciudad de New York, donde hice mi vida, cursé todos mis estudios y conocí a Devora mi esposa con la que tengo dos hijas maravillosas.
En la actualidad, soy profesor de Antropología y Humanidades en la universidad de Columbia, dentro del corazón de Manhattan, y dedico la mayor parte de mi tiempo a impartir conferencias por medio mundo intentando acercar hasta los alumnos de numerosas universidades y otro tipo de oyentes, las diferentes vertientes que relacionan los aspectos religiosos con los comportamientos de los seres humanos.
La religión, como actividad humana que abarca creencias y prácticas sobre cuestiones de tipo existenciales, morales e incluso sobrenaturales, despertó enseguida en mí un interés inusitado, me atrevo a decir, desde mucho antes de doctorarme en Antropología. Tal vez por ser proveniente de una familia muy religiosa que cumplía firmemente con la ley de Moisés, admitiendo con vehemencia ser el pueblo elegido por Yavhé o quizás simplemente porque había convivido en un barrio en el que se entremezclaban infinidad de religiones distintas, que llegaban a delimitar socialmente al vecindario por según que doctrina practicasen unos y otros. Aquellos comportamientos habían creado incongruentemente una especie de pequeños guetos en torno a lo que más bien debiera haber sido un estilo de vida encaminado a la plenitud del ser, resultando completamente inexplicable y absurda aquella lucha asolapada en nombre de Dios.
Así, poco a poco fui estudiando cada uno de los diferentes credos desde mi agnóstico prisma queriendo analizar, que nunca juzgar, el comportamiento humano a través de la religión y de las religiones. Me licencié también en Humanidades, y viajé, gracias a numerosas becas, hasta diferentes estados y países deseando beber de la fuente primaria de cualquiera de los credos existentes en ellos, y a través del paso del tiempo aprendí bien como diferenciar las concepciones teológicas que les concernían a cada uno de ellos; Monoteístas, politeístas, henoteístas, dualistas, no teístas, panteísta, reveladas, no reveladas..
Creer en un solo Dios o en varios dioses, en un solo Dios con toda una corte de ellos por debajo de él, en dos divinidades contrapuestas, no creer en dioses absolutos o si creer que el universo y la naturaleza están a su misma altura...todo esto variaba de una frontera a otra, pero que digo yo, simplemente de una calle a otra.
De una forma u otra, descubrí que toda religión implica una obligación de consciencia y cumplimiento de deber, y que según la teoría del sociólogo Durkheim; “la religión es un sistema solidario de creencias y prácticas relativas a cosas sagradas, y que toda sociedad posee todo lo necesario para suscitar en sus miembros la sensación de lo divino simplemente a través del poder que ella ejerce sobre ellos.”
Llamó mi atención que el número de población creyente superara con creces a la conformada por ateos, agnósticos, no teístas e irreligionarios. Llamó mi atención que por una diferencia bestial fuesen las tres religiones monoteístas las que imperasen en el mundo; cristianismo, islamismo y budismo, y a su vez, que el cristianismo se convirtiera en un racimo de más de una veintena de religiones unidas a una misma rama o tronco en común.
He tenido la oportunidad de presenciar, todo tipo de rituales, ritos y ceremonias, de asistir aveces abiertamente y otras de incógnito, a asambleas, misas y oratorios en templos, salones, sinagogas y mezquitas. He compartido momentos de oración, intentando que me explicasen y descifrarán pasajes del Corán, la Tanaj, la Torá o la Biblia, con rabinos, imanes y sacerdotes, y sinceramente, creo que por todo ello he llegado a convertirme en una de las personas más preparadas del planeta en cuestiones de índole religiosa, sin dejar a un lado sus influencias antropológicas.
Pero, pese a mis conocimientos y agnosticismo, he de reconocer que más de un dilema ha planeado por mi cabeza alguna que otra vez.
Recuerdo que hace tan solo unos años, atendiendo a diferentes compromisos cerrados por mi secretaria, viajé a Europa para impartir una serie de conferencias, y que a diferencia de mis últimos viajes en los que siempre me acompañaba Devora, en esta ocasión lo realicé en solitario debido a ciertos compromisos sociales a los que mi esposa también debía acudir. Berlín, Roma, Florencia, París, Lisboa, Madrid, Valencia y por último Sevilla.
No me pregunten muy bien porqué, pero estaba deseoso de visitar ésta última ciudad. Había leído tanto sobre ella y estudiado detenidamente su comportamiento a través de los tiempos, que me parecía todo un ejemplo de tolerancia, cultura e historia. Historia en cuanto a todas las civilizaciones que la poseyeron e historia también desde el punto de vista religioso que era lo que en la actualidad más me ocupaba.
Me intrigaba su defensa a ultranza allá por mil ochocientos cincuenta y cuatro, cuando el dogma de la concepción inmaculada de María, que hizo que ostentara para siempre el título de muy mariana, y me intrigaba también el desmedido entusiasmo con el que se celebraba en la ciudad la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
Eran múltiples los textos que habían llegado hasta mis manos en cuanto a aquella singular celebración de la semana santa en la capital andaluza y pocas, muy pocas, las explicaciones que solían darme los que me rodeaban, para poder aclarar todas mis dudas. Estaba convencido de que necesitaba vivirlo en primera persona, para comprender esa locura colectiva que se desataba en la ciudad llegada esa época del año, y por este motivo, habíamos determinado que mi última conferencia en Europa se cerrara para dos días después de terminada la semana sagrada para los católicos, hospedándome en la ciudad desde varios días antes. De esta forma tendría la oportunidad de vivir el triduo sacro en Sevilla, sin que nadie me esperase antes de la fecha de la conferencia, y poder así gozar de toda la libertad para moverme a mi verdadero antojo.
Tras dejarme un taxi en la puerta del céntrico hotel Colón, llamó mi atención rápidamente la cantidad de personas que, como moviéndose en un hormiguero, se perdían calle arriba y calle abajo vestidos completamente de gala. Los señores con trajes de chaqueta y corbata y muchas señoras ataviadas con elegantes trajes negros y unas especies de conchas sobre sus cabezas cubiertas de una tela de encaje del mismo color, mantillas, me dijo el recepcionista que se llamaban minutos más tarde. De esta manera se dedicaban toda la tarde del jueves santo a visitar los sagrarios de las parroquias y pasear por las calles para ver las procesiones.
Del mismo modo, al llegar a mi habitación, y no queriendo desentonar, me vestí con uno de mis trajes y me eché a la calle. Justo a la espalda del hotel salía un cortejo en pocos minutos desde la parroquia de la Magdalena.
Toda Sevilla parecía estar en la calle. La multitud te arrastraba prácticamente de un lugar a otro indicándote hacia donde debías dirigirte, y de esta manera conseguí colocarme justamente enfrente de la puerta de la iglesia que permanecía aún cerrada, mientras el olor de las flores de los naranjos me tenían del todo cautivado.
El bullicio crecía e infinidad de grupos de personas jóvenes y no tan jóvenes se agolpaban en la plaza sin dejar libre ni un solo espacio. Miré a mi alrededor y pronto comenzó a disminuir el sonido ambiente al tiempo que se abrían las puertas del templo.
Pronto comenzaron a desfilar por delante de mi unas hileras de penitentes, revestidos de túnicas moradas y antifaces en altura del mismo color, que tapaban sus rostros. Ya había oído hablar del anonimato que guardaban estas personas, año tras año, al ofrecer sus promesas a cambio de realizar la estación penitencial, que así la llamaban. Algunos portaban insignias, otros unos enormes cirios encendidos y otros cargaban al hombro unas cruces de madera, tampoco sabría muy bien precisar porque unos portaban unas y otras.
Al momento, un silencio ensordecedor dejó al descubierto el trinar de unos pájaros unidos a la tenue música de capilla que precedía a un enorme trono, dónde las imágenes representaban el descendimiento de la cruz de Jesús.
Me había informado bien antes de viajar del estilo barroco sevillano y de su iconografía, pero nada que ver con lo que tenía a pocos metros de mí. El realismo que rezumaban aquellas imágenes, incluso el movimiento de la talla de Cristo suspendido de la cruz, hacían albergar un verdadero recogimiento. Instantes después al llegar a mi altura comprobé como un señor bien pertrechado dirigía andando de espaldas los movimientos de aquél altar viviente, mientras el crujir de la madera resultaba del todo estremecedor.
Ante las dudas que me asaltaban, pregunté a un grupo de jóvenes que tenía junto a mí, todos ellos enchaquetados y muy bien peinados, que parecían sujetar unos pequeños libros entre sus manos.
  • Perdonad, ¿Cómo arrastran el trono? ¿Tendrá que llevar algún tipo de ruedas? -les pregunté en un perfecto castellano, viendo como terminaba de pasar el cortejo sin que nadie estuviese detrás empujando a aquellas imágenes.-
  • ¿Cómo dice? -me preguntó casi indignado el que parecía llevar la voz cantante del grupo, al tiempo que la gente comenzaba a dispersarse en todas las direcciones como con mucha prisa.-
  • Os preguntaba que como hacen para mover estos tronos.-insistí.-
  • No son tronos, en Sevilla, se llaman pasos. Pasos de Cristo y pasos de Palio, que son los que llevan a nuestras dolorosas.-precisó.- Y los pasos los llevan los costaleros.
  • ¿Costaleros?
  • Si, costaleros. Los costaleros son hombres que se meten debajo de los pasos y que cargan todo el peso sobre sus cuellos.-puntualizó.-Nada de ruedas, ni de mecanismos. Sus promesas son las de sacar a sus imágenes con su sudor y su esfuerzo, no hay más historias.
  • Bien, gracias.
  • De nada, tome, quédese con mi itinerario de las cofradías, creo que le va a hacer más falta que a mi, si se queda por aquí.- me contestó el chico presumiendo que yo era un guiri despistado, aunque tampoco estaba tan alejado de la realidad. Comenzaba a sentirme, pese a todo mi conocimiento en cuanto a religiones, como un auténtico idiota.-
Aquello, si que era del todo nuevo para mí, había personas que cargaban con exagerados pesos por cumplir sus promesas y devociones. Sabía de las salvajadas que se hacían en muchos otros lugares en cuanto a azotes, crucifixiones..., pero no era sabedor de que con tanta elegancia se podía realizar un acto penitencial. Tenía que conseguir ver aquello desde mucho más de cerca para cerciorarme de que podía ser cierto. Era imposible que no se notase el esfuerzo de unos hombres en dicha tarea y la perfección con la que se deslizaba el paso.
De camino al hotel para cenar, comencé a repasar aquél pequeño libro que me habían regalado. Eran cuadrantes horarios de hermandades a su paso por diferentes calles. La gente se guiaba y asistía según a que horas al paso de las diferentes imágenes por según que lugar les interesaba más, ahora comprendía que al paso de la hermandad de la “Quinta Angustia”, que así se llamaba la que acababa de presenciar, fuera como corriendo hacia otro lugar...todo estaba ajustado a horarios y numerosos cortejos se encontraban en torno a una tela de araña para realizar su recorrido hasta la Catedral de la ciudad.
No había demasiadas personas en el restaurante, cosa que me llamó la atención tras conocer que el hotel estaba completo, pero el camarero que me atendió pronto disipó mi extrañeza.
  • La gente de aquí y la que viene de fuera vive en la calle. Suele tapear en los bares, para no entretenerse demasiado y continuar viendo los pasos.
Me resultaba todo como muy familiar. El camarero al igual que aquellos jóvenes hablaban de los pasos , de las hermandades...como de algo muy cercano. Con respeto, pero me atrevería a decir como si te hablaran de ir a ver a algún familiar o algo así. Comenzaba a descubrir que la idiosincrasia de los sevillanos era muy diferente a lo que tenía yo ya conocido y que tal vez aquel fuera el truco de la perfecta convivencia entre civilizaciones a lo largo de tantos siglos.
  • ¿Esta noche saldrá a ver la “Madrugá”? -me preguntó al traer el postre.-
  • ¿La Madrugá? -repliqué sin saber de que hablaba.-
  • Si, hombre, esta noche salen las principales cofradías de la ciudad. La “Madrugá”, se llama así por eso porque salen de madrugada.
  • ¿De madrugada también salen pasos? -le pregunté asombrado y comenzando a manejar el argot local.-
  • No se apure, lo veo algo despistado y no me importaría que se viniera conmigo y con mis amigos.-me aclaró solicito.-
  • ¿De verdad podría ir con usted? -pregunté entusiasmado e incrédulo.-
  • Claro que si, lo que ocurre es que igual nos perdemos a alguna, porque entre que salgo de trabajar y descanso un poco...pero en fin que le voy a llevar a los mejores sitios.
  • Muchas gracias, usted dirá la hora.
  • Yo vendré a recogerle a eso de las cuatro de la mañana.-indicó para mi sorpresa.-
  • ¿A esa hora salen los pasos?
  • No, desde las doce, que sale la Macarena, van saliendo, pero lo que yo le diga. A las cuatro nos vemos en la recepción.
  • Muy bien, así será.
  • ¡Ah! Y póngase otra ropa más cómoda y abríguese un poco que de madrugada refresca. Yo me llamo Juan.-dijo acercándome su mano.-
  • Yo Isaac.-le contesté estrechándole la mía.-
  • Muy bien Isaac, pues lo dicho, a las cuatro nos vemos.
Subí a mi habitación y repasé en mi ordenador, y con la ayuda del itinerario, las seis procesiones que conformaban la llamada “Madrugá”; Silencio, Gran Poder, Macarena, Calvario, Esperanza de Triana y Los Gitanos. Comencé a leer y efectivamente se trataban de las hermandades de más renombre de la ciudad, pese a existir otras muchas de menor o igual relevancia que procesionaban el resto de los días, porque había procesiones a lo largo de nueve días.
La noche, la “Madrugá”, resultó mágica y se alargó hasta bien avanzada la mañana. Apenas descansé antes de reunirme con Juan y su grupo de amigos, pero poco me importó. Descubrí un mundo nuevo dentro del mundo católico y a su vez del cristianismo y de la religión en sí misma.
No sabría explicarlo, pero durante horas pasé de la sobriedad y de la austeridad a todo un rio de júbilo en torno a las imágenes de Jesús y de María. Pasé del silencio sepulcral más absoluto durante el paso de algunas hermandades a contemplar como se mecían los pasos alegremente, siendo acompañados con el mismo respeto por bandas de música. Hileras interminables de penitentes nazarenos, que me hacían dudar de la población que realmente pudiera tener Sevilla. Si pudiera haber contado las personas que conformaban aquellos cortejos y la multitud que se agolpaba en cualquier rincón o que te llevaba en volandas de una calle a otra, jamás me hubiesen salido las cuentas.
Me di cuenta enseguida, que pese a mi agnosticismo, aquella vivencia era digna de ser impartida en mis conferencias, pero como encontrar las palabras acertadas y adecuadas para describir aquello que había vivido. No las había, ¿Cómo podría explicarle a mis alumnos u oyentes que de toda una multitud repartida por doquier, bajo el bullicio más descabellado se sumía en un completo silencio sin que nadie diese una orden? ¿Cómo explicarles que una imagen sobre su paso parecía un hombre andando con la cruz a cuestas, gracias al trabajo de los costaleros? ¿Cómo explicarles que la gente piropeaba a las imágenes de María, cómo si de una bella joven se tratara al pasar? ¿Cómo explicarles que decenas de oficios diferentes intervienen en favor de que todo aquello se desarrolle con tanta belleza y perfección? ¿Cómo explicarles que había abuelas pidiéndoles sus favores en voz alta como quien se lo pide a un padre o a una madre? Y como explicar que cualquier persona de esta ciudad, no necesita estudios para saber del fervor y de religión. Imposible.
Simplemente, no podría responder a las preguntas que me hicieran y todo ello continuaría creando en mí todo un dilema, tan solo podría responderles que viví la Pasión de Cristo, según Sevilla, que no buscaran en libros porque nada de ello encontrarían. Se trataba del descubrimiento de un nuevo movimiento de fe.

                                                                  FIN