miércoles, 12 de diciembre de 2012


TE HABLO A TI

Tan sólo unas letras para dejarte constancia por escrito de lo que quiero decirte. ¿Por qué te habrás enterado de que hago mis pinitos con la escritura, no? Letras, tal vez escuetas…tal vez imprecisas por el dolor que me invade o tal vez inconclusas por la cantidad de cosas que pude dejar de compartir contigo o que me hubiera gustado decirte.

Tú, estuviste presente en mi vida, como siempre decías, desde incluso antes de nacer yo. Desde esos paseos de madres por la Plazuela de Santa Ana, en los que el amor de mi vida y un servidor jugueteábamos en el interior de vuestros vientres.

Tu sonrisa infinita, tu gesto constantemente amable, tus palabras exactas y cordiales en cada saludo y en el trato más cercano, tu incomparable elegancia… hacían de ti una mujer única. Una señora de los pies a la cabeza. Un ejemplo idealizable, pero por encima de todo, tu bondad, marcaría mi vida y la de todo el que tuvo la oportunidad de conocerte y tratarte para siempre.

Porque de entre todos los calificativos posibles que pudiera utilizar para definirte, no existe otro mejor que el llamarte buena. Buena persona, buena hija, buena madre, buena esposa, buena tía, buena hermana, buena abuela, buena amiga… Buena en esencia, en condición y buena por tu entrega perenne hacia los demás. Y también buena suegra, porque no hiciste posible en ningún momento que pudiera recurrir al tópico del parentesco incompatible, sino más bien, siempre me pude agarrar al trato de una madre más en mi vida.

Sabes…son muchos los recuerdos buenos que atesoro vividos junto a ti, y nada ni nadie los podrán borrar jamás de mi mente. De cuando te encontrabas bien... pero incluso de cuando te encontrabas mal.

Ahora…que ya disfrutas de la dicha de conocer la verdad suprema y que ya te habrás reencontrado con todos los tuyos en compañía de tu Corazón de Jesús, te habrás dado cuenta de lo afortunada que has  sido en tus últimos años al recibir la entrega sin tregua de tu hija. De tu niña. Y sé que desde allí estás intentando hacérselo saber, pero todavía es muy pronto. Es tanto el vacío que has dejado en su vida y la de todos, que muy difícilmente el tiempo podrá cumplir con su deber.

Tú, procura cuidar de ella y de todos los tuyos, como siempre has hecho, que yo intentaré hacer lo propio para que se encuentren lo mejor posible. ¡Ah! ¿Sabes lo que más rabia me dá? Perderme esa cara de felicidad que habrás puesto al reconocer definitivamente a tu nieto Alvarito. Te quiere tanto…, pero tampoco te preocupes por nada que nos encargaremos todos de que jamás te pueda olvidar.

Bueno, ya solo decirte una cosita, aunque serían tantas..., da recuerdos a los míos y diles que los quiero mucho.

Te quiero, Mari Pepa. Un beso.
Tomás