jueves, 26 de abril de 2012

"LA FRIALDAD DEL ESPEJO" -Relato Breve-

Inalterable, Gabriel, volvió a posar su mirada ante el lustroso azulejo de aquél baño. Sus cabellos, y sus barbas habían crecido, como la impetuosa hiedra recorre la fachada incierta de una vivienda abandonada. Continuaba sin acertar que había sucedido con su vida, ni que fue de su rostro siempre jovial, y de la tersura de la piel fresca y radiante que encarnaba su semblante, pero poco parecía importarle ya. Persiguiendo sus propios pasos, recorrió la habitación contigua hasta llegar a una puerta entreabierta que siempre hubo permanecido cerrada. La empujó, y ésta cedió sin que la sorpresa consiguiera movilizarle ni un solo músculo facial. Entonces, echó de nuevo andar. Los pasillos permanecían prácticamente a oscuras, y desiertos como el corazón del que jamás llegó a amar. Sus ojos, impenitentes, se esforzaban por vencer el cansancio del que no quiere dejarse ganar por el sueño. Así, continuó avanzando por el pasillo que quedaba a su derecha, aunque bien hubiera podido tomar el camino de quedaba a su izquierda. Al llegar al final de aquél recorrido de paralelas paredes teñidas del impoluto blanco de la soledad, se encontró con unas escaleras que bien podía subir, o bien podía bajar. Que más le daba. Bajar o subir. Arañando su pasamano, y sin apenas encontrar las fuerzas necesarias para mantenerse en pie, confió en su interior, y se dejó arrastrar creyendo que subir podría convertirse en una señal de optimismo, mientras que bajar podría denigrar aún más su persona. Necia decisión la tomada por el que suspira anhelando una lucha contra sigo mismo. Contra su vacío vital y su falta de argumentos. Al fin alcanzó el último piso del edificio. Edificio desierto, hipócrita y orgulloso, en el que limpian sus conciencias aquellos que marginan la espiritualidad del ser, y la grandeza con la que fueron envueltos en un pasado cercano. Miró al cielo, y un manto de estrellas relucientes tejía el firmamento que le cubría. Cerró los ojos. Respiró profundamente. Quiso recordar, pero no consiguió hallar ni un solo cabo al que agarrarse para detener sus impulsos más primarios. Su pulso se aceleró, y sus dientes rechinaron al tiempo que sus nervios comenzaron a desbocarse. Entonces, cerró sus puños y sus ojos con tal fuerza, que a punto estuvo de perder la conciencia. Suspiró. Intentó calmarse, y cubrió su rostro con sus manos cayendo de rodillas al suelo hasta conseguir calmarse por completo. Se incorporó y caminó con firmeza hasta el pretil de aquella azotea, que parecía separarlo del abismo. Abrió sus brazos en cruz, y al asomarse, comprobó que las calles que rodeaban el edificio permanecían desiertas e hipócritamente orgullosas de aislar la debilidad del ser. - ¡No! ¡No puedes hacerlo! –Gritó alguien a sus espaldas.- Las alarmas se dispararon en aquél edificio desierto, hipócrita y orgulloso de privar la libertad del ser. El sonido de una ambulancia, y el alboroto generalizado de la necedad humana, comenzó a vencer el silencio de aquella noche. Ya no estaban desiertas ni las calles, ni el pulso de aquél moderno edificio, en el que dos almas sedientas de vida se amaron para siempre bajo un firmamento rebosante de estrellas.

3 comentarios:

Mary dijo...

Derecha,izquierda, subir, bajar que más da,siempre siguiendo lo que esta marcado,la mejor decisión es la que en ese momento de soledad tu corazón manda sin pararse a razonar para alcanzar ese bello final.

Un bacio.

asun dijo...

SIN UNA DIRECCION EN LA VIDA SE VAGA SIN RUMBO, Y PARA QUIEN NO TIENE RUMBO NINGUN VIENTO ES FAVORABLE

La abuela frescotona dijo...

aun en la situación extrema del desamor esperamos el grito salvador que nos redima...
hermoso, saludos de amistad