
El que considero mi “rincón”, desde Agosto del 2008, fue decorándose poco a poco. Sin prisas. Momentos de escritura, de lectura, de conversaciones, de debates…Unos entraban, otros salían y un nutrido número de corazones se quedaban a formar parte de esa “familia” que hoy considero indestructible. Una “familia” en la que nadie obliga a nadie a permanecer día tras día, ni semana tras semana, ni mes tras mes e incluso ni año tras año. No importa quien pueda entrar a diario o separar más en el tiempo sus momentos en los que compartir amistad y afición por la literatura, porque hemos formado un ramillete de amigos para los que el tiempo y la distancia no se convierten en fronteras para comunicarnos. Hace tan solo dos días pude conocer en persona a uno de sus miembros. Tuve el placer de conocer a Gonzalo Lozano. Quizás el último en embarcarse en este “rincón” de locos, pero quizás uno de los primeros en ponerse al corriente de todo lo que en el se cuece. Y os confieso una cosa. No me equivoqué en la idea que ya tenía de él. Su deseo por hacerse con la “Mácula”, a través de un primer contacto, me causó muy buenas vibraciones. Más tarde, su integración en el grupo, su transmisión de buen rollo y el temple inquieto de su voz tras el hilo telefónico, venían a confirmarme que seguía en lo cierto. Pues bien, todo ha sido superado con creces al conocerlo en persona. Sabéis, que os pedí a todos un dibujo para confeccionar “nuestro” último libro, “Cien de Cien”, y que elegí el suyo para ilustrar la portada. ¿El porqué? , quizás como digo en uno de los capítulos del “Pintor de Sueños”, un trazo puede pegarte un pellizco que llegue a lo más hondo. Y así fue. Detrás de la imagen de ese pensador tan acorde con los microrelatos, que transmitía serenidad y que recogía ternura por parte de su autor, se escondía algo más. Algo más que desconocía, pero que me dejó impresionado. Ahora mucho más. En el encontré alma de artista, y para prueba de ello la imagen que preside esta entrada es un dibujo que me acaba de regalar y que he colocado orgulloso en una de las paredes de la Posada. Juzgar ustedes mismos y veréis que mejor no puede plasmarse una novela sobre un lienzo. Gracias, Gonzalo, por formar parte de nuestra “familia” y por considerarte mi amigo.