(Y esa manía de las 100 palabras...)
Al reflejarme, descubrí que no había ni un ápice de inocencia en mi mirada. Subyugado, por aquella monstruosidad, dejé volar mis recuerdos, para retroceder hasta mi infancia, mi adolescencia y aquella incipiente juventud que se dejó arrastrar por sueños aventureros, impetuosos y repletos de tremendos revuelos amorosos. Más tarde, navegué, por esos terribles reveses del desamor, la deslealtad y sin sentir y sin razón del mundo ajeno a mi insignificante vida. Temeroso, me giré y ya no era yo quien se reflejaba. Todo fue un mal sueño, y pude reencontrarme con mi bendita inocencia. ¿Soñaba o estaba despierto? No sé.
8 comentarios:
Tomás,no necesitas más...con poco se dice mucho.
Un bacio.
Despierto o dormido..., me da igual si eres tú.
Un beso
Eso es que me tienes cogida la medida, y con menos palabras también te vale.
Muchas gracias, Lola, pero te advierto que dormido o despierto, soy igual de peligroso. Pero me gusta que te guste, jajaja
Inocencia perdida, reencontrada por momentos. ¡Zas! la realidad nos jala de un lado mientras nuestro niño interior se rebela.
Me gustó leerte.
Cordiales saludos
...Y lo que falta...será una manía pero todo hasta el momento en cien palabras.
Me ha encantado.
Un abrazo
Lo bueno si es breve dos veces bueno...
Un besote.
Cien palabras, y un título fascinante. Buen giro, mi embriagador amigo. Saludos, y vuelvo a seguirle.
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